martes, 30 de mayo de 2017

Exhausta

Todos los que me leéis y sobre todo los que habéis estado por aquí de visita sabéis que mi jornada laboral es larga y que acabo muy cansada. La red de centros para la que trabajo considera que atendiendo a los niños más horas al día y más días al año que cualquier otra escuela conseguiremos compensar las deficiencias de sus entornos familiares y sociales, poniéndoles así al nivel de otros chavales más favorecidos.
En teoría suena fenomenal. En la práctica implica que llevamos ya algo más de 180 días de clase y estamos todos absolutamente agotados.
El final de la semana pasada, en concreto, fue de traca. Llevábamos prácticamente dos meses sin ningún tipo de descanso y tanto niños como maestros estábamos que nos subíamos por las paredes. De eso que estás tan cansada que te planteas si de verdad esto es lo tuyo, si quieres hacer esto toda tu vida.
Afortunadamente aquí, a parte de las vacaciones normales (que son más cortas que las españolas), el cole te permite pedir cinco días al año de asuntos propios. Aprovechando que el lunes era festivo (Memorial Day), pedí el viernes también para tener así cuatro días libres y descansar en condiciones. Me lo concedieron desde el equipo directivo, contra todo pronóstico, ya que no suelen ser partidarios de alargar puentes. No os hacéis una idea de lo bien que me ha venido.
He pasado los cuatro días en Allegan, un pequeño pueblo de Michigan. Que si yard sales, que si paseos junto al lago. Que si barbacoa, que si pelis chorra. Que ¿a qué dices que te dedicas? Y yo que sé, ya ni me acuerdo. ¿Qué por qué zona vives? Yo aquí, ahora, gracias.
Desconexión total, qué maravilla. De la ciudad, de las prisas, del tráfico, de los madrugones, de la ropa de trabajo, de los precios desorbitados.
Y hoy, martes-lunes, miraba a los niños con otros ojos. Que sí que son monos, que es que se me había olvidado. Que sí que están aprendiendo, mujer. ¿No ves que acaban de leer en alto un libro largo que te cagas casi sin ayuda? Respiro de alivio.
Y el jueves y el viernes MAPP testing y se acabó. A repasar y a salir mucho al parque. Y a descansar y a volver a querernos. Que el verano llega enseguida y se acaba en un momento. Que cinco semanas se pasan en nada y a la vuelta tenemos que poder cogerlo con ganas.

sábado, 20 de mayo de 2017

Lunares

En España trabajo con niños de todos los colores, excepto en mi último cole porque Chamberí es lo que tiene. Pero nunca ha sido relevante el tema de la raza. En este país la raza está presente a cada paso que das. Nunca en mi vida he hablado tanto sobre el color de mi piel. Que, por si os interesa, en este país es brown porque no soy americana blanca. Hablo español como primera lengua y eso ya me hace pertenecer a otra categoría racial, a pesar de que no paso de la leche manchada en verano. Eso no importa. Para ser white tienes que cumplir una serie de requisitos que vienen con una serie de privilegios, a veces sutiles y otras veces no tanto. La white people también tiene sus problemas, no os creáis. Principalmente de cara a todos los demás grupos étnicos, que están hasta la bola de lo que aquí se llama white privilege. Pero a lo que voy, que a pesar de que en todos los colegios donde he trabajado siempre he tenido chavales de razas múltiples, la piel nunca fue un tema de conversación entre nosotros. Me (y les) importaba bastante poco.
Mis niños negros de aquí, en cambio, son muy conscientes de que son negros y cada dos por tres me saltan con un "He's talking about my skin" que utilizan para hacer sentir culpables a los adultos y conseguir una reacción desmesurada ante cualquier problema. No vayamos a tener problemas en el país de la corrección política. No vaya a venir un padre a decir que somos racistas, que no se les trata de manera igualitaria. Que en este país está todo muy pensado para dar apariencia de igualdad. Mientras no se rasque mucho.
Estados Unidos es un país muy segregado. Y eso hace que yo sea, probablemente, la persona más blanca que mis alumnos negros ven diariamente. El otro día, cuando era verano (hemos vuelto a las temperaturas invernales de repente), iba yo con una blusa sin mangas y uno de mis alumnos negros me miró intensamente el brazo, me tocó los lunares y me preguntó que qué eran esos bumps. Le dije que eran lunares, que me han ido saliendo por estar al sol y pareció quedarse tranquilo. Al día siguiente me volvió a mirar extrañado y me preguntó, preocupado, "Are you gonna have these forever?". Y le dije que sí. Y se me ocurrió que nunca se me había ocurrido pensar que la gente negra, por lo general, no tiene lunares en los brazos. Y que qué bien que estemos todos mezcladitos y podamos mirarnos de cerca y vencer la distancia entre las razas. Que suena anticuado. Pero a este lado del charco todavía hace falta.