miércoles, 22 de agosto de 2018

Mañana

Hace un par de días fui a despedirme de Paz. Que ya tenía la casa medio vacía. Me llevé algunas cosillas que tenían por ahí. Y un bote de caldo congelado. Que no te lo tomes ahora. Guárdatelo para el invierno, que ya sabes cómo vienen aquí. Y mira, te lo pongo en esta lunch box, quédatela también. 

Todos los días de cole, de nieve, de frío y también de calor intenso, siempre ha habido un mañana con Paz. Que dicen que el presente es un regalo. Pero cuando estás a miles de millas de tu casa, el tener un mañana garantizado, un buenos días en tu idioma, un trocito de tortilla, una caña al salir de clase, un poco de chocolate cuando ya no puedes más, una charla a puerta cerrada porque qué coño, estos americanos no entienden nada. Eso, de verdad, es el mejor regalo.
Se me vuelve a España mi madre adoptiva. Mi amiga, mi confidente, mi colchón por si pasa algo. Siempre. Así que ahora toca ver cómo se siente una verdaderamente on her own a este lado del charco.
Mientras tanto, no me cabe ninguna duda de que a ella le irá bien. Porque hay pocas personas tan nobles, buenas y honestas como ella. Pocas personas que estén siempre ahí. A las duras y a las maduras. Porque yo tengo una familia en España que no me la merezco, eso es cierto. Pero ella no tenía por qué y aún así quiso. Y menos mal. Porque aunque yo llegara 24 horas antes que vosotros, no habría durado ni 24 más sin vuestra ayuda.

Mil gracias por todo. 
Suerte.
Y ya te escribiré cuando caiga el caldo.