jueves, 15 de diciembre de 2016

Cerezas

Hace frío. Ya os lo he dicho a todos. Mil veces.
Hace tanto frío que apenas piso la calle. Así que papá, mamá, tita, no os preocupéis. Que de verdad no me doy cuenta. Voy del cole a casa y de casa al cole pasando en algún momento por el súper de turno. Todo en coche, claro. Y el Jeep arranca a la primera también a -20 grados, quién lo habría pensado. Ya me dijo el colega del taller que eran coches que tiraban en cualquier tipo de clima. Sí, claro, pensé yo. Pero resulta que era verdad.
Yo paso mucho tiempo en el coche por estos lares. Esto implica que el habitáculo del mismo se ha convertido un poco en mi segunda casa. Así que siempre llevo algo de comida, porque mi lunch break es a las 11.25 ahora (antes del cambio a Kinder era a las 10.50) y hasta las cinco y pico que salgo del cole me ha dado tiempo a hacer hambre. Pero Illinois es un estado complicado en cuanto a snacks de coche. En verano no puedes llevar nada de chocolate ni chuches ni guarrerías similares que te apetecen a esas horas porque hace un calor que flipas y, tras estar todo el día al sol, lo que acabas comiendo es una masa informe de cosa. Que te la comes, claro, pero no es lo mismo. En invierno surgen otro tipo de problemas. El otro día dejé una manzana en la bolsita en la que llevo la comida y la bolsa en el coche. Cuando esta mañana me la he ido a comer estaba destrozada porque, lógicamente, se había congelado en el coche por la noche.
Pero lo que más me gusta es lo de las cerezas. De gominola, claro. A ver si os vais a creer que aquí tenemos cerezas a mitad de diciembre. Me he comprado un paquetito de esas que vienen de dos en dos y que nos poníamos de pendientes de pequeñas. Las he dejado en el coche y se han convertido en mini polos. Así que, el approach cuando me entra antojo de azúcar a la salida del cole no es abrir la cajita y darle un bocado. Tengo que chuperretear hasta que toma temperatura ambiente y luego ya morderla como una persona normal. Como una persona normal que va en el coche con un chaleco térmico, un abrigo ídem, guantes y bufanda. Y la capucha del abrigo puesta. Porque el motor del Jeep tira, pero a la calefacción le lleva un rato.
Lo bueno de todo esto es que los dos grados negativos que va a hacer en Madrid cuando vaya me parecen una temperatura estupenda. Estoy por meter el bañador en la maleta.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Good morning!


A veces se me pasa hablar del cole. Que este programa es para mejorar el sistema educativo español, no se nos olvide ;)
Ya he comentado que me han movido al grupo de Infantil que se ha creado para descargar las otras clases. Tengo 22 enanillos a mi cargo ahora mismo. Y como novata que soy en el territorio de Kinder, y mucho más en este país, me pasé por las clases durante la semana que me dieron de preparación para enterarme un poco de lo que suelen hacer las maestras de esta etapa por aquí. En las cuatro clases se empezaba la mañana más o menos igual: Trabajando el calendario y el morning message. Eso es lo que veis en la imagen. Un pequeño texto que se escribe sin mayúsculas y sólo con puntos y que se corrige junto con los niños para que vayan interiorizando las distintas convenciones de la escritura. Yo le he añadido el trabajo de las sight words. Para los no iniciados, estas son palabras que los niños angloparlantes tienen que aprender de manera sintética, visual, porque la mayoría de las veces no siguen las normas de pronunciación convencionales del inglés. Las pocas que hay. Se eligen cuatro palabras de uso frecuente cada semana. El problema que yo veía en las otras clases era que se presentaban muy descontextualizadas y luego, en 1º (donde estaba yo antes) los niños no eran capaces de identificarlas al leer un texto. Así que, aún a riesgo de que las frases del morning message queden algo más forzadas, me he propuesto incorporarlas. Con lo cual, el trabajo del morning message queda así:
-Lectura grupal, siguiendo con un puntero para marcar la dirección de la misma.
-Señalar los puntos o periods.
-Corregir a la profe, que siempre se olvida las mayúsculas que van después del punto y las del día de la semana y el mes.
- Lectura con entonación marcada para decidir dónde debemos poner los signos de exclamación.
-Buscar y rodear las sight words, que están expuestas en las flashcards que se utilizan durante otros momentos del día.
-Echo reading del mensaje completo.

Y así comienzan las mañanas tooooodos los días de lunes a viernes. Los días que trabajo no me pillaréis sin saber la fecha. No me queda otra.

Me parecía interesante compartirlo porque no estoy segura de si se hace algo parecido en España y, qué narices, para que veáis qué mona me sale ya la letra a la americana. Que mi trabajo me ha costado.

¿Comentarios o sugerencias? ¡Gracias!

lunes, 28 de noviembre de 2016

Diario de viaje II. Miami

Las palmeras. Sobre todo eso. Se me habían olvidado las palmeras. Porque en España ponemos palmeras en todas partes, por muy al Norte que sea. Pero os juro que no hay una sola palmera en todo Illinois. Para qué. En Miami en cambio, hay palmeras mires a donde mires. Maravilla de lugar.
Qué luz, qué tiempo. Pies en la arena, por fin. Querido mar, cómo te he echado de menos. Que sí, que el lago Michigan es grande, espectacular, pero no huele a verano. Porque el verano es sal y crema solar. Es la toalla llena de arena y el bikini secándose al sol. Por fin. Por fin se recargan las pilas para el último empujón antes de volver a tocar base en navidades.

Qué falta nos hacen el sol y la luz. Qué infravalorada está la fotosíntesis en los humanos.

Descongelarse en Miami, en noviembre, es un privilegio. Y tumbarse sobre la arena y no hacer nada. Ni pensar en nada. Y darse una vuelta por Little Havana. Que se escribe con v y me confunde. Y tomarse una Coca Cola y un pincho de tortilla en una mesa que es un barril de Mahou. Pero no tienen, que les están arreglando el grifo. Y echarse unas risas con un par de cocktails tamaño bañera en una terracita por la noche. Y bailar bachata un jueves. Y descubrir que los manatíes conviven con los caimanes en los Everglades. Y que hay un señor con un gran bigote al sur del Parque que sabe por dónde andan los delfines y cómo hacerles jugar con la espuma de las olas que genera su barquito. Y los atardeceres rosas y naranjas, como en verano, que cuesta dejar de mirarlos. Y respirar. Respirar y caminar sin prisa, que ya iba tocando. Que casi se te había olvidado.

Hoy, lunes, ya de vuelta en Chicago, vuelvo a mi música de siempre. La de calm down, que ya estás en casa. La bajo un poco para escuchar cómo la lluvia racheada golpea los cristales. Hoy no se ven ni el lago ni el skyline iluminado de fondo. Pero de alguna forma, no me importa la humedad. Ni el frío. Porque hoy por hoy, Chicago es mi casa. Y Miami está muy bien para unas vacaciones. Pero la windy city hace un rato que me tiene ganada. Sin palmeras ni nada.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Tiempo

El cambio a la clase de Kinder, como cualquier cambio, conlleva mucho esfuerzo, no sólo por el cambio de etapa, que también, sino porque mis nuevos niños vienen de cuatro clases distintas y cuesta unificar materiales y metodologías. Y porque mi clase está recién montada y no tiene estanterías. Ni armarios. Y porque yo soy de Primaria, aunque haya trabajado siempre con grupos de 5 años también. Pero era especialista, la tutoría es otra cosa. Y porque enseñar a leer en inglés es otro rollo. Madre mía.
A echarle horas, no queda otra. Más la de ida y la de vuelta a casa. Salgo del piso de noche y vuelvo de noche también. Y el dichoso daylight saving time no ayuda.
Esto me ha pillado además justo después de pasearme a lo largo de esta mitad del continente durante las últimas dos semanas, con lo que os podéis imaginar el cansancio acumulado.
Pero más que el cansancio, lo que me falta en general es tiempo. Tiempo para mí que he recuperado este fin de semana. Para ver cómo entra la luz por la ventana del salón. Y de mi cuarto. Tiempo para perderlo viendo series, para cocinar, para limpiar. Tiempo para esas cosas para las que nunca saco tiempo entre semana. Y qué gusto parar y respirar y echarse la mantita por encima y que se te cierren los ojos y que te eches una mini siesta en el sofá. Y abras un ojo y lo vuelvas a cerrar. Otro ratito más.
Porque hay que coger fuerzas, que esta semana que entra no se trabaja en el cole y Miami nos espera, ¿verdad Vero? Y qué bien nos va a venir. Porque aquí ya empieza a asomar las orejas el invierno. El sábado cayeron los primeros copos de nieve como para recordarnos que a pesar del noviembre cálido que estamos teniendo, Chicago sigue siendo Chicago. Y ojito con sus fríos. Pero de eso nos ocuparemos el próximo domingo, a la vuelta del calorcito y el solete. De las vacaciones que no tuvimos este verano.
Y después, tres semanitas y pico de clase y a coger el avión para casa. Diez días que seguro me sabrán a poco, pero qué ganas, madre. Qué ganas de que llegue y de veros y achucharos. Y de poder parar el tiempo.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Diario de viaje. Texas y Niagara Falls.

Cowboy hats ya en el avión. Cris, qué feliz se te ve. Dallas skyline por la noche. Vino. Fiesta. Entrar al bar por lo que parece una peluquería, pero no. Y al siguiente por una candy shop. Pero tampoco. Karaoke en casa, que los bares cierran pronto y tenemos cuerda para rato. A pesar del madrugón y de las dos horas y pico de vuelo.
Cheese steak at a truck yard. Fort Worth, que sí, que existe, que tiene chicken shit bingo a las 6.30 y long horns con las que te puedes sacar fotos. Y música country en TODOS los locales. Heaven.
Celebración de Diwali con 80 indios más. Qué maravilla de cultura, de gente, de sonrisas. Gracias, Claudia.
Pista de baile circular para bailar country. El country se baila.

El par de días de recuperación se pasan volando y llegan ellos, España hecha visita.

Que se nos ha ocurrido, en la distancia del tiempo y de los kilómetros, que ver las cataratas del Niágara sería buena idea. Aunque sean unas 9 horas en coche. Sin paradas. Pero qué narices. Si no es ahora, ¿cuándo?
Atravesar cinco estados. Cenar en un restaurante de camioneros en Ohio. Comprar el imán del estado, que he decidido empezar la colección. Cris, tráeme uno de Texas cuando vengas a verme.
Llegar a Niágara y joder. Hasta de noche impresionan. ¡Y qué frío en las orejas!
A la mañana siguiente es aún mejor. Al lado canadiense que nos vamos, que todo el mundo dice que merece más la pena. Madre mía. Cobra sentido la palabra breathtaking. Se te olvida respirar. Para qué. Si ya estás en el cielo y puedes tocar las nubes con las manos.
En Niágara Falls no hay nada, pero la compañía compensa.
Hemos pedido el hotel con piscina, que este año no me he bañado. Y nos bañamos. Y nado. Por fin. Verano en noviembre. En la frontera con Canadá. Tiene cojones.
A la vuelta, no vayamos a echar millas en balde, paramos en Cleveland en el Museo del Rock and Roll. Y casi me convencen de que es la mejor música del mundo, pero sale Starving en la radio y al rato un tema de estos de country con sentido (Baby, blue ain't your color...) y se me pasa.

Y cuando llegamos, ya de noche a Chicago, con la super luna iluminando mi lago a la derecha y el impresionante skyline a la izquierda, me siento de nuevo en casa. En una casita pequeña en un suburbio pequeño dentro de un continente inmenso y espectacular. Y, de nuevo, por más que me pellizque, no despierto.

lunes, 31 de octubre de 2016

Hoy

Hace un tiempo dije por aquí que no me gustaba conducir. He cambiado de opinión. Hoy he seguido las indicaciones del GPS, que siempre me manda por un desvío del que no hago caso para evitarme el tráfico y ha sido una pasada.
Aquí a la gente le gusta mucho el otoño. Fall, lo llaman. De hecho, más de una persona me dijo, en pleno verano, que ya estaba deseando que llegara la nueva estación. Para mí, como española, eso resulta desconcertante. Amo el verano por encima de todas las cosas, y no se me ocurre ninguna circunstancia en la que pudiera estar lista para el otoño. Nunca lo estoy.
Pero claro, el otoño en Madrid no es como el otoño de aquí. De hecho, apenas existe. En Madrid pasas de morirte de calor a congelarte sin apenas transición. ¡Qué os voy a contar a vosotros! Esos pocos días de tiempo suave se olvidan pronto. Y, desde luego, nadie te dice que son sus días favoritos. Menos mi padre. Mi padre lo ha dicho siempre y siempre se ha encontrado con mi cara de incomprensión total y absoluta.

Ah, pero el otoño en Chicago es otra cosa. Hoy, cuando por fin me he decidido a tomar el desvío que me lleva por Sheridan Road, no me podía creer tanta belleza. Aquí los árboles se incendian por estas fechas, tienen luz propia. Salir de la autopista y encontrarse de golpe en mitad de un bosque rojo, amarillo y verde, en una carretera de un solo carril, ha sido completamente mágico. De esas cosas que uno no espera de un lunes de finales de octubre. Que le hacen emocionarse y querer compartirlo con todo el mundo. Y que le hacen recordar que hay personas con las que ya nunca podrán compartirlo, pero que sabrían valorar (y pintar) estos paisajes como nadie. Que le ponen la piel de gallina y la lágrima en el ojo. Pero de felicidad, abuela. Ojalá pudieras verlo.

Y de repente aterrizas. Y se te cae el velo de los ojos. Y te sientes aquí, hoy, ahora.

Qué maravilla de mundo. Qué lujo poder verlo. Qué recarga de energía así, por la cara. Y qué falta me va a hacer para la nueva etapa que llega ahora. Porque resulta que aquí todo cambia muy rápido, son mucho más flexibles que nosotros. Y me han encargado ser la tutora del nuevo grupo de Kinder que se va a abrir para descargar las otras cuatro clases. Así que en ello estamos. Aprovechando esta semana de planning para coger fuerzas. Que pronto llegará el invierno. Y nos va a hacer falta.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Sonidos

Mi cole de Waukegan es, como toda la población de la zona, bilingüe. Desgraciadamente, no es bilingüe en cuanto al curriculum (ignorando así las necesidades de los niños y de sus familias) pero sí en su funcionamiento. Esto conlleva que en el día a día yo cambio de un idioma a otro en un segundo y al final acabo hablando en español a mis americanitos de pura cepa más de una vez. Y de dos. Con lo cual, el jaleo es interesante. Pasa siempre, supongo. La mezcla enriquece pero tiene también lo suyo.

Hablaba con mi amiga Vero el otro día (van dos menciones, te quejarás ;) ) de esto de los dos idiomas en el aula. Su situación es diferente, porque en su programa se trabaja en español con niños que tienen el inglés como lengua materna, mientras que yo doy clase en inglés y hago alguna aclaración puntual en español en un aula en el que hay un 80% de hijos de inmigrantes latinos. Y regaño. Yo regaño en español a los hispanohablantes y en inglés a los que lo hablan en casa. Porque no es lo mismo para nosotros que nos digan Cállate que Be quiet. Porque un Que te sientes a tiempo es mucho más eficaz en su caso que un Go back to your seat.

Y pasa en todo. Como decía el otro día, la lengua materna es la lengua en la que se construyen los afectos y, salvo en contadas excepciones, mis alumnos bilingües usan el español en el contexto familiar y el inglés fuera de casa. Para ellos, y para mí, el español es lo que nos llega a la patata y el inglés lo que se nos queda en la cabeza.

Aunque tengo que reconocer que hay palabras o expresiones del inglés que me tienen conquistada:
Me gusta mucho que los americanos digan que lo van a figure out todo. Me encanta que el day drinking sea un concepto en sí.  Y el pre game. Me enamora la forma en que los niños me llaman Miss Fernandez con ese acentillo tan lindo. Y que todo sea awesome, y que cualquier plan sounds good.

Ay, pero cuando me acuerdo de las cañas, el patio, el metro. El salir de fiesta, el tomar algo, el vamos viendo. Resuenan en mi cabeza esas palabras tanto más familiares y me entra la morriña de los tres meses fuera. Que debe ir tocando. Que se me pasará en cuanto llegue el finde, seguro, pero mientras tanto voy quitándome el mono a sorbitos de mensajes de voz (gracias :) ) y vídeos de Facebook con trocitos de vuestras vidas allí. Así que seguid con vuestras ces y vuestras jotas, seguid regalándome los oídos con ese acento ibérico. Que aunque me encanta que mis niños me pregunten a cada rato Can I tell you something? y me digan, muy exaltados, que fulanito les aventó woodchips a la cara, y yo tenga que hacer un esfuerzo sobrehumano para no morirme de la risa con lo lindo que suena, tengo estos días la vena patria subida de tono. Y me queda un rato.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Ciervo

Los días se acortan más rápido de lo habitual por estos lares, de manera que prácticamente salgo y vuelvo a casa de noche. Y estamos a principios de octubre. Lo mismo pasará con la temperatura. Ahora mismo la sensación al andar por la calle es parecida a la que se puede tener en este mes en Madrid. Pero llega un momento que esta ciudad, que está en el mismo paralelo que Barcelona, decide saltar de cabeza al invierno. Y por lo que me cuentan, sobre las cuatro y media ya es noche cerrada. Y por lo que sé, las temperaturas invernales andan casi siempre muy por debajo de los 0.

Pero resulta que no me importa.

Leí hace un tiempo un artículo que comentaba el otro día con Vero, cuando estuvo aquí de visita. Decía el artículo que, enfrentados a dilemas morales, las personas investigadas mostraban una moral más laxa en la lengua aprendida que en la materna. Y tengo la sensación de que pasa un poco con todo. Las experiencias no se interiorizan igual en una segunda lengua que en tu primera. "El idioma de nuestra infancia resuena con mayor intensidad emocional que otro idioma aprendido en un entorno más académico". Does it make sense? Por lo tanto, yo en el cole vivo en una gran burbuja feliz, los niños no me estresan como en España. Esos momentos de "por favor, que alguien me sujete" son prácticamente inexistentes. La mala gestión del colegio me resbala, la veo con distancia. Los papeleos no me desbordan.

Y pasa un poco también con todo lo que se vive aquí. Supongo que a esto del otro idioma se une el hecho de que sé que ésta es una experiencia temporal, que no voy a estar aquí siempre.
Por eso el llegar de noche al piso todos los días no me deprime. Es parte de esa experiencia.
Como el ciervo que me he encontrado hoy en el aparcamiento al salir del cole. Que en España lo mismo me da un pirriqui, pero aquí lo he metido en el apartado mental de cosas que pasan en América y me he metido en el coche tan tranquila. Y a disfrutar del atardecer en la carretera.

domingo, 2 de octubre de 2016

Olores

Cuando uno se muda tan lejos, no tiene ni idea de nada de lo que se le viene encima. Una de las cosas que más cambia son los olores. Y no me refiero sólo a los de la comida o los de las tiendas, que también. Con las mudanzas cambia hasta el olor propio.
Las restricciones de equipaje hacen que uno se venga con lo imprescindible y procure comprar las cosas voluminosas en el país de acogida. En mi caso, yo me dejé el champú, gel, colonia junto con un largo etcétera en casa de mis padres en Madrid. Sobreviví los primeros días con los productos del hotel, pero al poco tiempo acabé comprándome los míos. Y así, sin darte cuenta, empieza el cambio de olor. Porque el champú y el gel son diferentes. El desodorante que traías eventualmente se acaba y decides probar uno nuevo, a ver qué tal. Por fin cobras y decides regalarte una colonia que no tiene nada que ver con la que usabas en casa. El detergente de la ropa no es ni parecido al que utilizabas...
Y no te das cuenta, pero acabas interiorizando esos nuevos olores y poco a poco te parece que siempre has olido así.
Hasta que empieza a refrescar y sacas la ropa de invierno. Esa que lavaste en Madrid antes de meter en la maleta. Con el detergente y el suavizante de casa. Y de repente.. joder. Llega la nostalgia al centro más profundo de tu cerebro. Y hueles el jersey o la camiseta un par de veces. Y es entonces cuando te das cuenta de lo lejos que estás de todo. De tu zona de confort. Y aparece el vértigo, que llevaba escondido ya bastantes semanas, que ya se te había olvidado.
Y te sale el lado patrio y te pones música en español y lees las noticas de tu país y luego las dejas de leer porque siguen contando lo mismo que antes de que te fueras y si sigues leyendo lo mismo se te pasa el momento nostálgico. Y a veces hace falta un poco de nostalgia. Que se está muy bien en Chi City.. pero un trozo de mí se me ha quedado al otro lado del océano y... joder.



jueves, 22 de septiembre de 2016

Gracias

Que te llamen.
Que te escriban.
Que pasen la mitad de sus vacaciones ayudándote a sobrevivir al comienzo de tu nueva vida.
Que te acompañen a llorar al del concesionario después de que se te joda el coche a la semana de comprarlo.
Que te sigan llamando. Y escribiendo. A veces incluso a mano.
Que se queden despiertos hasta horas intempestivas para preguntarte qué tal tu día.
Que te envíen un calendario de la exposición de El Bosco que no pudiste llegar a ver cuando todavía estabas en Madrid.
Que te digan que "Do you first".
Que te acojan como si fueras una hermana.
Que te lleven un tupper de lentejas al cole para alegrarte la semana.
Que te desmonten y te vuelvan a montar un cajón de Ikea que habías montado al revés.
Que te vuelvan a llamar. Todos juntos. Con vídeo.
Que se ofrezcan a traerte todas tus nostalgias cuando vengan a verte en Noviembre.
Que te hagan terapia de amiga recién conocida en el coche, con aire acondicionado, que no veas el calor que hace fuera para ser Septiembre.
Que te inviten a cenar por ahí cuando todavía no has cobrado.
Que te pregunten. Que se ofrezcan. Que estén presentes.

Todas esas son señales de que estoy rodeada de ángeles. De ángeles de los de verdad. De los que han estado y estarán siempre y de los que acaban de llegar.

Cuando paro un momento me doy cuenta de lo afortunada que soy. De que gracias a ellos, al colchón que forman y que sigue creciendo, soy quien soy y puedo atreverme a hacer este tipo de cosas. Lo de cambiarme de continente y eso.

Que soy valiente dicen.

Lo que de verdad pasa es que sois muy grandes.

Gracias.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Labor Day

Hoy es festivo en Estados Unidos. Labor Day. Un día que sirve también como excusa para que las tiendas rebajen sus artículos y que marca el comienzo de la "Holiday Season", como le llaman aquí al periodo que va desde ahora hasta navidades...
Y como este día está resultando casero, para variar, he pensado que a lo mejor es buen momento para compartir cómo se vive en un apartamento americano. Puede que no todo sean experiencias universales. Pero esto tampoco pretende ser un blog universal. Es mío y cuento lo que quiero.
Para empezar, ayer salí. Hasta tarde. Y cuando llegué, me di cuenta de que el lavavajillas ya había terminado, así que abrí la puerta para que saliera la humedad. Ya colocaría los platos a la mañana siguiente. Llegada dicha mañana, me levanto a por un vaso de agua, y de reojo veo algo marrón en el huequito de la pastilla del lavaplatos. Asumo que son cosas de la resaca y me bebo el agua. Vuelvo a mirar, y no, no son cosas de la resaca. Encajado perfectamente en dicho hueco, hay un bicho marrón. No se mueve, pero no me fío. Y como es pronto para afrontar una lucha titánica con el insecto, cierro la tapa del famoso hueco, no se vaya a escapar mientras duermo la última horita, y me vuelvo a la cama. Cuando finalmente me despierto, me parece que me lo he imaginado todo, pero abro la tapa y ahí sigue el bicho, que sigue sin moverse. Me asaltan varias dudas respecto al proceso que ha llevado a esta situación:
1) Este insecto volador ha debido entrar por alguna de las ventanas, pero las dos tienen mosquiteras. Ergo, WTF?
2) ¿En qué momento le pareció buena idea meterse en el hueco de la pastilla? ¿Lo habrá hecho antes?
3) ¿Está vivo?

Así que cojo (o agarro, que aquí lo de coger es otra cosa) los guantes de limpiar, a ver si me atrevo a quitar el bicho con un papel. Pero no hay huevos. Qué asco.
Así que, plan B. Cerrar otra vez la tapa de la pastillita, colocar los platos limpios en su sitio, y poner a funcionar el lavavajillas, con bicho. A ver si se desintegra. Sé que es un enfoque poco ecológico, pero yo sólo quería desayunar tranquila. Al terminar el lavavajillas, compruebo si el bicho sigue en el compartimento y no. Uf. Se ha desintegrado, pienso, un problema menos. Error. Ahí está el bicho, al fondo del lavavajillas, asumimos que ya muerto. Y limpio. Como las posibilidades de que revolotee cuando intentemos cogerlo se han reducido bastante, volvemos a la estrategia del guante y esta vez sí conseguimos tirarlo a la basura. Qué asco. Qué asco. Qué asco.
Así ha comenzado el día festivo.

Luego, y esto no es exclusivo de día festivo, he pensado que a lo mejor era buen momento para hacer la colada. Este proceso requiere cierta claridad de mente que no siempre tengo los días laborables, así que he aprovechado. Incluye los siguientes pasos:
1) Baja tooooda tu ropa al laundry room de una sola vez. Incluye toallas, sábanas y todo lo que tengas por ahí, porque la lavadora es cara y es de tamaño industrial. Seamos prácticos. Además, recuerda bajar el detergente y la tarjeta de crédito. Jode mucho darse cuenta de que no tienes una de las dos cosas cuando ya has metido toda la ropa dentro. Y ya no está Leyre para ofrecerse a subir por ti.
2) Sube a casa. Sonríe al señor que comenta que es muy apropiado que lleves una camiseta que dice "I need holidays". Haz como si fuera un look casual intencionado.
3) Espera los 30 minutos que dura el programa. Puedes aprovechar y limpiar el baño, que ya va tocando.
4) Baja otra vez. No te olvides de la tarjeta. Ahora toca poner la secadora. Espera 45 minutos.
5) Sube en el ascensor sin espejo. Échale paciencia hasta llegar al 7º.
6) Baja otra vez a los 45 minutos. Has calculado mal y toca esperar en el laundry room hasta que termine la secadora. Calcula cuántos días podrías sobrevivir sólo a base de la comida de la máquina expendedora.
7) Ya puedes subir y hacer lo que te dé la gana. Pero recuerda que si dejas la ropa caliente y arrugá, no te va a quedar otra que plancharla próximamente. Valora tus prioridades.

Y ya está. Ya puedes descansar y disfrutar del maravilloso Labor Day. Y no hacer nada un par de horas, que ya toca.







miércoles, 31 de agosto de 2016

Boat

Vuelo.
Comidas.
Uber.
Coche.
Seguro.
Gasolina.
Piso.
Fianza.
Cama.
Mesa.
Sillas.
Utensilios de supervivencia.
Móvil.


Esta lista es parte de los gastos iniciales que tiene que asumir uno cuando se mete en un sarao de la magnitud de éste en el que me encuentro. Y la lista de ingresos, de momento, se ha limitado a mis nóminas de España que, afortunadamente, todavía estaban pendientes. De EEUU, nada de nada. Porque resulta que para poder cobrar legalmente de una empresa en este país necesitas un número de la Seguridad Social que, entre unas cosas y otras, no me ha llegado hasta este lunes.
Y siguiendo con el hilo de la entrada anterior, cada vez que sonaba en la radio la canción de Buy me a boat me sentía mas identificada.

I know everybody says
Money can't but happiness,
But it can buy me a boat,
It can buy me a truck to pull it...

Y pensaba en todo lo que podría comprar si empezara a cobrar de una puñetera vez... Lo del barco, en concreto, me da más igual, pero estaría bien un sofá, para no limitar mis opciones de descanso a cama y silla dura. Pero más que nada para empezar a devolver a mis amantísimos padres parte de lo que me han ido prestando. Angelicos.
Ya se lo he dicho. Me voy a tatuar sus caras, una en cada brazo. Y en el pecho, con letras grandes y horteras, "amor de padres". Cuando cobre, claro.




jueves, 18 de agosto de 2016

Cantar

Tengo que reconocer que conducir no me entusiasma. Conducir en general, digo. Conducir por un camino conocido y sencillo con cierta regularidad, sí. Porque me lo aprendo, dejo de estresarme, y canto. Me monto mi propio show. Esto me pasaba en Madrid, cuando iba al voluntariado en Carabanchel y mis amantísimos padres, supongo que aterrados, me prestaban el coche los domingos.Y me pasa ahora, en los 50 minutos de commute entre Evanston, donde vivo, y Waukegan, donde trabajo. Después de algunos días de pánico total en los que acumulé contracturas que aún conservo, ahora ya me sé el camino. Y le doy a tope a la radio. Y canto.
Por amoldarme al estilo local, escucho country. La emisora es US99. Y me encanta. Porque el country habla de coches, highways, gente enamorada, gente desenamorada y valores americanos. Entonces yo me acoplo al estilo de cada canción, según el momento, y canto con ellos "hallelujah" en modo coro gospel, la de "always be humble and kind" en plan cowboy serio y respetuoso, y la de "bet you think I'm all alone.... no" como un vaquero despechado. No puedo dar más datos de las canciones, no tengo ni puñetera idea de cómo se llaman. Pero me sé trozos de las letras, y el resto lo relleno con unos nanananaaaa muy convincentes. A veces me planteo qué pensarán los del coche de al lado, pero luego llega el estribillo y se me pasa.
Dentro de poco me voy a saber también los anuncios. Porque habéis de saber que los anuncios de las emisoras de country americanas se dividen en tres categorías: Dunkin Donuts (America runs on Dunkin), muebles (better versions of what people want) y concesionarios. Estoy en ello, creedme.
El otro día me puse a tararear bajito en un Uber y el conductor me dijo que por qué no hacía moonlighting como cantante. No sé si he comentado ya que los americanos son extremadamente amables. Total, que me he venido arriba. Y cada trayecto en mi Jeep del año pun me lo paso mejor. Y me doy una palmadita en la espalda y me digo: Olé tú. Que llevas ya un mes aquí y has sobrevivido. ¡Y que viva el country!

domingo, 14 de agosto de 2016

Huevos

Que no, que no vas a cenar huevos. Ni hoy, ni mañana, ni probablemente pasado mañana. Porque has ido con toda tu buena intención al súper de la esquina y has llenado tu nevera de comida saludable. Pero no tienes sartén. Ni aceite. Ni sal. Y son tantas las cosas que tienes que recordar estos días que tardarás cinco en poder cenar huevos. Por fin.
Y lo mismo que te ha pasado con los huevos te va a pasar con casi todo. Nada sale a la primera. Y casi nada a la segunda. Menos mal que el destino te ha rodeado de gente maravillosa. Gente a la que, en muchas ocasiones, acabas de conocer, pero en la penuria casi los sientes familia. Y, en mi caso, una amiga del alma que ha venido a hacerme de paño de lágrimas y de destornillador de Ikea durante estos primeros días de locura. Y casi la vuelvo loca a ella.

Supongo que luego escampará la tormenta, y cuando todo se asiente estos días parecerán menos duros, menos áridos, de como los he vivido. Aunque sé que en el fondo no es para tanto. Sé que hay muchísimas más cosas buenas que malas en todo esto, pero tan lejos de casa, a veces una no logra ser todo lo optimista que debería, falta perspectiva. Ahora, ya con más calma, puedo pararme y ser consciente de lo afortunada que soy. De lo bonito que es Chicago. De lo que mola que tenga playas, y pizzas gigantes, y Loop, y música, y tanta vida.

Empieza mañana una segunda semana de clases. Y eso me hace absolutamente feliz. ¡Qué maravilla! Resulta que a este lado del charco los niños también sonríen, se emocionan y te abrazan. Te quieren y eres la mejor profe del mundo, sin discusión. Al fin y al cabo, ¡qué suerte la mía! :)

viernes, 22 de julio de 2016

Plof

Llegar al nuevo país supone un chute de adrenalina que te hace poder con casi todo lo que se te ponga por delante: ¿Que tengo que ir a la Seguridad Social de Waukegan a sacarme número de la ídem? Voy. ¿Que tengo que coger cientos de Uber (esto merece entrada a parte) para ir a cualquier sitio? Los cojo. ¿Que tengo que aprender a conducir un coche automático? Lo hago. ¿Que tengo que volverme experta en el mercado inmobiliario de la zona? Pues eso. Y así con todo.
Hasta que un día, el cuerpo hace plof. Y te dice que está muy bien que estés tan emocionada con la aventura americana, pero que pares un poco el carro. Que no te columpies. Que la vida tiene que volver a un ritmo normal. Que el chute de adrenalina no da para tanto.
Entonces paras, claro, por narices. Y tomas algo de aire, y te das un minuto para respirar, para pensar. Y puede que te entre el vértigo y que la presencia del océano entre tu gente y tú se haga de repente más palpable. Pero no pasa nada. Porque el miedo, y el vértigo, son normales. Son humanos. Y tú también.
Me viene mucho a la mente estos días una imagen que alguien puso en Facebook hace poco, y aquí os la dejo para que la penséis. Que los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que son capaces de vencerlo.

Buenas noches-días, queridos.


lunes, 18 de julio de 2016

Lecciones

Lecciones aprendidas tras la primera emigración transoceánica:

1) La terminal 4s de Barajas está a tomar por culo. Calcular tiempo extra.
2) No importa cuantas veces enseñes tu pasaporte antes de entrar a un vuelo a USA. Siempre tendrás que enseñarlo una vez más.
3) Las películas que tiene Iberia para este tipo de viajes molan. Ave César y Zootrópolis pueden amenizar el viaje notablemente.
4) La posición más digna y cómoda para dormir durante el viaje es con media cara empotrada contra la almohada que te regalan, si te toca al lado de la ventanilla. Nota: quitar las gafas primero.
5) No importa cuántas veces hayas enseñado tu pasaporte, todavía tienes que enseñarlo otro par de veces más a tu llegada a USA. `[En este momento procedo a emitir aplauso silencioso a la gente que consigue colarse con documentación falsa. Tiene mérito.]
6) El oficial de la aduana puede parecer interesarse por tu vida. Cuéntasela. Te hará ilusión.
7) Las máquinas para pagar el párking del aeropuerto tienen cola infinita y no funcionan regularmente. Siéntete como en casa.
8) Tu llegada a un nuevo continente les importa un pito a todos. Intenta disimular tu euforia. Tú también puedes parecer normal.
9) No te recluyas en el hotel. Sal. Cómete un wrap demasiado grande para cualquier estómago medio. Bébete una cerveza con sabor a pomelo y agradece al camarero que te la haya recomendado. Le hará ilusión y te dirá que el miércoles es su cumpleaños.
10) Finge que te interesan los deportes. Mucho. Sobre todo el béisbol.Y que por eso estás cenando sola en un bar a las siete de la tarde mirando fijamente alguna de las veinte pantallas de la sala.
11) Aguanta despierta. Aguanta hasta que se haga de noche. Escribe una entrada en el blog. Y si sigue habiendo luz fuera, echa las block-outs, que para algo están.
12) Intenta dormir. A ver si reúnes fuerzas para lo que se te viene encima mañana.

domingo, 17 de julio de 2016

Vértigo

Bueno, ya está. Me quedan horas aquí, en mi ciudad, en Madrid. Y a punto de dar el paso, llega el vértigo. Pocas veces se tiene la certeza tan clara de estar ante un momento que va a marcar un antes y un después en tu vida. Normalmente esos momentos llegan sin anunciarse. No como esto, que ha sido un parto lento y cansino.
Yo ya he vivido fuera por periodos cortos de tiempo, pero nada es comparable a este momento. A cruzar el charco por primera vez y apostar a que todo va a salir bien.
Aunque tengo que decir que si el destino tiene preparada para mí una milésima parte de toda la suerte y buenos deseos que me habéis estado mandando estos días, va a ser un curso cojonudo. Me siento tremendamente afortunada de contar con esta red emocional que formáis todos vosotros y que me da fuerzas y seguridad para afrontar cualquier reto con una sonrisa. Gracias.
A partir de mañana cuando os escriba lo haré ya con siete horas de diferencia, viviendo un día que ya habréis vivido vosotros (no me lo malgastéis).
Escribiré con frecuencia para que este blog sirva de hilo invisible que nos mantenga unidos a pesar del tiempo y la distancia. Que USA mola, seguro, pero sin todos vosotros no habría sido posible. Sois lo más grande.

viernes, 8 de julio de 2016

¡Ya!

Después de esperar y esperar... Y de que el preparados, listos..... se alargara interminables meses, por fin hoy tengo el visado en mi mano. Y eso quiere decir que me puedo ir a Estados Unidos a trabajar como profe por un tiempo aún sin determinar. Sobre el papel puedo estar hasta tres años, prorrogables a cinco. Pero quién sabe. Lo mismo dentro de un año me tenéis de vuelta necesitando chutarme jamón en vena... O lo mismo apuro hasta el último minuto. Ya veremos.
En cualquier caso, la aventura está a punto de comenzar.
Y como vuelvo a ser novata (novata en el continente, en el sistema educativo...), abro nuevo blog. A ver si así se nos hace un poco menos la distancia.
Sois muchos los que me decís que os gusta mi otro blog, el de profe novata a secas. Espero no defraudar con este nuevo proyecto.

I'll keep you posted!