miércoles, 9 de agosto de 2017

Detalles

Es importante valorar las pequeñas cosas que alegran el día a día. Como el que uno de los enanos que comienza Kinder ahora te mire cuando le vas a recoger a su aula porque ha llegado mamá y te diga "You're pretty", te coja de la mano y camine contigo diciéndote que ha tenido un primer día genial.
Como el hecho de que, a pesar de que te has sentado sin pensarlo mucho en uno de los bancos que pintaron ayer los voluntarios de esa empresa de la que ya no recuerdas el nombre, los pantalones que más usas en el cole no se te han manchado de pintura rosa. Por otra parte, está el pequeño detalle de que la compañera a la que has pedido que lo compruebe te ha dicho que tienes una mancha blanca con forma de mano cerca del trasero. Pero el cómo ha llegado ahí y por qué no me he dado cuenta de ello hasta el final del día es otra historia.
Aprecia también que tus niños, que han subido contigo a primero, aunque no saben leer mucho, disfrutan enormemente con la lectura. Hasta el punto de que N y X se han tumbado en la alfombra juntos para leer un cuento de un unicornio. N se lo va "leyendo" mientras pasa las páginas con una entonación perfecta. Tanto es así que te quedas escuchando a ver si es que por algún milagro esta niña durante el verano ha adquirido una fluidez lectora como de 5º. Hasta que de repente oyes que en vez de la historia de un unicornio ella está contando la historia de una "delivery goat". No preguntéis cómo se ha convertido un fantástico animal mitológico en el medio de transporte más surrealista que he escuchado en mucho tiempo. Tampoco importa. Las risas que me he echado yo sola mientras ellos seguían a lo suyo no me las quita nadie.

Valora todo eso porque, sumado, es lo que hace que no te importe haber empezado ya las clases, mientras en la radio anuncian que el comienzo del curso oficial en Chicago es el 5 de septiembre.

Para entonces mis niños estarán ya en la mitad de su primer trimestre. Nos habremos reacostumbrado a vernos a diario. Y me seguirán diciendo cuando llegan que me han echado de menos, y que me echarán de menos al irse. Porque para muchos de mis alumnos el hecho de que sólo hayamos tenido cinco semanas sin cole es una maravilla, un escape de su mundo. Y a mí ya sólo con eso, y con sus detalles, me vale.

jueves, 3 de agosto de 2017

Volver

A mi hueco. Que se había quedado aquí, a este lado del charco. Que de toda la vida ha sido el otro lado y ahora me resulta más familiar que el que siempre consideré mío.
Será porque mi rutina está aquí y a Madrid hace tiempo que vuelvo sólo de vacaciones.
El sábado pasado aterricé en EEUU después de cuatro o cinco semanas en España y ahora ya parece que no me he ido. Me he incorporado a mi vida como si nada, pero en realidad sí. Ha sido el tiempo suficiente como para dejarme con un pie en cada continente, con el océano de por medio. Con sus casi siete mil kilómetros entre pie y pie. Sus cuatro mil y pico millas.

Ya me avisaron otros viajeros, agárrate a la vuelta. Y yo, que aún no he vuelto del todo, no me esperaba esto en mi retorno temporal a la madre patria. El choque cultural de no saber ya a qué carajo agarrarte. Quién narices eres. Encontrarte con lo mismo de siempre pero nuevo de ahora. Y tu vida de aquí avanzando sin ti. Igual que ha avanzado tu vida de allí. 

Y no queda otra que seguir. Planificar vacaciones dos veces al año. Quedar con todos. Decirles que les quieres. Hablar, hablar y hablar entre caña y copa, entre tapa y pincho. Entre ración y ración de jamón. Y al cabo de un tiempo volver a encontrar tu hueco en Madrid, con tu gente de siempre. Para volver a irte. A seguir. Que esto no para.