miércoles, 31 de agosto de 2016

Boat

Vuelo.
Comidas.
Uber.
Coche.
Seguro.
Gasolina.
Piso.
Fianza.
Cama.
Mesa.
Sillas.
Utensilios de supervivencia.
Móvil.


Esta lista es parte de los gastos iniciales que tiene que asumir uno cuando se mete en un sarao de la magnitud de éste en el que me encuentro. Y la lista de ingresos, de momento, se ha limitado a mis nóminas de España que, afortunadamente, todavía estaban pendientes. De EEUU, nada de nada. Porque resulta que para poder cobrar legalmente de una empresa en este país necesitas un número de la Seguridad Social que, entre unas cosas y otras, no me ha llegado hasta este lunes.
Y siguiendo con el hilo de la entrada anterior, cada vez que sonaba en la radio la canción de Buy me a boat me sentía mas identificada.

I know everybody says
Money can't but happiness,
But it can buy me a boat,
It can buy me a truck to pull it...

Y pensaba en todo lo que podría comprar si empezara a cobrar de una puñetera vez... Lo del barco, en concreto, me da más igual, pero estaría bien un sofá, para no limitar mis opciones de descanso a cama y silla dura. Pero más que nada para empezar a devolver a mis amantísimos padres parte de lo que me han ido prestando. Angelicos.
Ya se lo he dicho. Me voy a tatuar sus caras, una en cada brazo. Y en el pecho, con letras grandes y horteras, "amor de padres". Cuando cobre, claro.




jueves, 18 de agosto de 2016

Cantar

Tengo que reconocer que conducir no me entusiasma. Conducir en general, digo. Conducir por un camino conocido y sencillo con cierta regularidad, sí. Porque me lo aprendo, dejo de estresarme, y canto. Me monto mi propio show. Esto me pasaba en Madrid, cuando iba al voluntariado en Carabanchel y mis amantísimos padres, supongo que aterrados, me prestaban el coche los domingos.Y me pasa ahora, en los 50 minutos de commute entre Evanston, donde vivo, y Waukegan, donde trabajo. Después de algunos días de pánico total en los que acumulé contracturas que aún conservo, ahora ya me sé el camino. Y le doy a tope a la radio. Y canto.
Por amoldarme al estilo local, escucho country. La emisora es US99. Y me encanta. Porque el country habla de coches, highways, gente enamorada, gente desenamorada y valores americanos. Entonces yo me acoplo al estilo de cada canción, según el momento, y canto con ellos "hallelujah" en modo coro gospel, la de "always be humble and kind" en plan cowboy serio y respetuoso, y la de "bet you think I'm all alone.... no" como un vaquero despechado. No puedo dar más datos de las canciones, no tengo ni puñetera idea de cómo se llaman. Pero me sé trozos de las letras, y el resto lo relleno con unos nanananaaaa muy convincentes. A veces me planteo qué pensarán los del coche de al lado, pero luego llega el estribillo y se me pasa.
Dentro de poco me voy a saber también los anuncios. Porque habéis de saber que los anuncios de las emisoras de country americanas se dividen en tres categorías: Dunkin Donuts (America runs on Dunkin), muebles (better versions of what people want) y concesionarios. Estoy en ello, creedme.
El otro día me puse a tararear bajito en un Uber y el conductor me dijo que por qué no hacía moonlighting como cantante. No sé si he comentado ya que los americanos son extremadamente amables. Total, que me he venido arriba. Y cada trayecto en mi Jeep del año pun me lo paso mejor. Y me doy una palmadita en la espalda y me digo: Olé tú. Que llevas ya un mes aquí y has sobrevivido. ¡Y que viva el country!

domingo, 14 de agosto de 2016

Huevos

Que no, que no vas a cenar huevos. Ni hoy, ni mañana, ni probablemente pasado mañana. Porque has ido con toda tu buena intención al súper de la esquina y has llenado tu nevera de comida saludable. Pero no tienes sartén. Ni aceite. Ni sal. Y son tantas las cosas que tienes que recordar estos días que tardarás cinco en poder cenar huevos. Por fin.
Y lo mismo que te ha pasado con los huevos te va a pasar con casi todo. Nada sale a la primera. Y casi nada a la segunda. Menos mal que el destino te ha rodeado de gente maravillosa. Gente a la que, en muchas ocasiones, acabas de conocer, pero en la penuria casi los sientes familia. Y, en mi caso, una amiga del alma que ha venido a hacerme de paño de lágrimas y de destornillador de Ikea durante estos primeros días de locura. Y casi la vuelvo loca a ella.

Supongo que luego escampará la tormenta, y cuando todo se asiente estos días parecerán menos duros, menos áridos, de como los he vivido. Aunque sé que en el fondo no es para tanto. Sé que hay muchísimas más cosas buenas que malas en todo esto, pero tan lejos de casa, a veces una no logra ser todo lo optimista que debería, falta perspectiva. Ahora, ya con más calma, puedo pararme y ser consciente de lo afortunada que soy. De lo bonito que es Chicago. De lo que mola que tenga playas, y pizzas gigantes, y Loop, y música, y tanta vida.

Empieza mañana una segunda semana de clases. Y eso me hace absolutamente feliz. ¡Qué maravilla! Resulta que a este lado del charco los niños también sonríen, se emocionan y te abrazan. Te quieren y eres la mejor profe del mundo, sin discusión. Al fin y al cabo, ¡qué suerte la mía! :)