viernes, 22 de julio de 2016

Plof

Llegar al nuevo país supone un chute de adrenalina que te hace poder con casi todo lo que se te ponga por delante: ¿Que tengo que ir a la Seguridad Social de Waukegan a sacarme número de la ídem? Voy. ¿Que tengo que coger cientos de Uber (esto merece entrada a parte) para ir a cualquier sitio? Los cojo. ¿Que tengo que aprender a conducir un coche automático? Lo hago. ¿Que tengo que volverme experta en el mercado inmobiliario de la zona? Pues eso. Y así con todo.
Hasta que un día, el cuerpo hace plof. Y te dice que está muy bien que estés tan emocionada con la aventura americana, pero que pares un poco el carro. Que no te columpies. Que la vida tiene que volver a un ritmo normal. Que el chute de adrenalina no da para tanto.
Entonces paras, claro, por narices. Y tomas algo de aire, y te das un minuto para respirar, para pensar. Y puede que te entre el vértigo y que la presencia del océano entre tu gente y tú se haga de repente más palpable. Pero no pasa nada. Porque el miedo, y el vértigo, son normales. Son humanos. Y tú también.
Me viene mucho a la mente estos días una imagen que alguien puso en Facebook hace poco, y aquí os la dejo para que la penséis. Que los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que son capaces de vencerlo.

Buenas noches-días, queridos.


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