lunes, 14 de noviembre de 2016

Diario de viaje. Texas y Niagara Falls.

Cowboy hats ya en el avión. Cris, qué feliz se te ve. Dallas skyline por la noche. Vino. Fiesta. Entrar al bar por lo que parece una peluquería, pero no. Y al siguiente por una candy shop. Pero tampoco. Karaoke en casa, que los bares cierran pronto y tenemos cuerda para rato. A pesar del madrugón y de las dos horas y pico de vuelo.
Cheese steak at a truck yard. Fort Worth, que sí, que existe, que tiene chicken shit bingo a las 6.30 y long horns con las que te puedes sacar fotos. Y música country en TODOS los locales. Heaven.
Celebración de Diwali con 80 indios más. Qué maravilla de cultura, de gente, de sonrisas. Gracias, Claudia.
Pista de baile circular para bailar country. El country se baila.

El par de días de recuperación se pasan volando y llegan ellos, España hecha visita.

Que se nos ha ocurrido, en la distancia del tiempo y de los kilómetros, que ver las cataratas del Niágara sería buena idea. Aunque sean unas 9 horas en coche. Sin paradas. Pero qué narices. Si no es ahora, ¿cuándo?
Atravesar cinco estados. Cenar en un restaurante de camioneros en Ohio. Comprar el imán del estado, que he decidido empezar la colección. Cris, tráeme uno de Texas cuando vengas a verme.
Llegar a Niágara y joder. Hasta de noche impresionan. ¡Y qué frío en las orejas!
A la mañana siguiente es aún mejor. Al lado canadiense que nos vamos, que todo el mundo dice que merece más la pena. Madre mía. Cobra sentido la palabra breathtaking. Se te olvida respirar. Para qué. Si ya estás en el cielo y puedes tocar las nubes con las manos.
En Niágara Falls no hay nada, pero la compañía compensa.
Hemos pedido el hotel con piscina, que este año no me he bañado. Y nos bañamos. Y nado. Por fin. Verano en noviembre. En la frontera con Canadá. Tiene cojones.
A la vuelta, no vayamos a echar millas en balde, paramos en Cleveland en el Museo del Rock and Roll. Y casi me convencen de que es la mejor música del mundo, pero sale Starving en la radio y al rato un tema de estos de country con sentido (Baby, blue ain't your color...) y se me pasa.

Y cuando llegamos, ya de noche a Chicago, con la super luna iluminando mi lago a la derecha y el impresionante skyline a la izquierda, me siento de nuevo en casa. En una casita pequeña en un suburbio pequeño dentro de un continente inmenso y espectacular. Y, de nuevo, por más que me pellizque, no despierto.

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