jueves, 22 de septiembre de 2016

Gracias

Que te llamen.
Que te escriban.
Que pasen la mitad de sus vacaciones ayudándote a sobrevivir al comienzo de tu nueva vida.
Que te acompañen a llorar al del concesionario después de que se te joda el coche a la semana de comprarlo.
Que te sigan llamando. Y escribiendo. A veces incluso a mano.
Que se queden despiertos hasta horas intempestivas para preguntarte qué tal tu día.
Que te envíen un calendario de la exposición de El Bosco que no pudiste llegar a ver cuando todavía estabas en Madrid.
Que te digan que "Do you first".
Que te acojan como si fueras una hermana.
Que te lleven un tupper de lentejas al cole para alegrarte la semana.
Que te desmonten y te vuelvan a montar un cajón de Ikea que habías montado al revés.
Que te vuelvan a llamar. Todos juntos. Con vídeo.
Que se ofrezcan a traerte todas tus nostalgias cuando vengan a verte en Noviembre.
Que te hagan terapia de amiga recién conocida en el coche, con aire acondicionado, que no veas el calor que hace fuera para ser Septiembre.
Que te inviten a cenar por ahí cuando todavía no has cobrado.
Que te pregunten. Que se ofrezcan. Que estén presentes.

Todas esas son señales de que estoy rodeada de ángeles. De ángeles de los de verdad. De los que han estado y estarán siempre y de los que acaban de llegar.

Cuando paro un momento me doy cuenta de lo afortunada que soy. De que gracias a ellos, al colchón que forman y que sigue creciendo, soy quien soy y puedo atreverme a hacer este tipo de cosas. Lo de cambiarme de continente y eso.

Que soy valiente dicen.

Lo que de verdad pasa es que sois muy grandes.

Gracias.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Labor Day

Hoy es festivo en Estados Unidos. Labor Day. Un día que sirve también como excusa para que las tiendas rebajen sus artículos y que marca el comienzo de la "Holiday Season", como le llaman aquí al periodo que va desde ahora hasta navidades...
Y como este día está resultando casero, para variar, he pensado que a lo mejor es buen momento para compartir cómo se vive en un apartamento americano. Puede que no todo sean experiencias universales. Pero esto tampoco pretende ser un blog universal. Es mío y cuento lo que quiero.
Para empezar, ayer salí. Hasta tarde. Y cuando llegué, me di cuenta de que el lavavajillas ya había terminado, así que abrí la puerta para que saliera la humedad. Ya colocaría los platos a la mañana siguiente. Llegada dicha mañana, me levanto a por un vaso de agua, y de reojo veo algo marrón en el huequito de la pastilla del lavaplatos. Asumo que son cosas de la resaca y me bebo el agua. Vuelvo a mirar, y no, no son cosas de la resaca. Encajado perfectamente en dicho hueco, hay un bicho marrón. No se mueve, pero no me fío. Y como es pronto para afrontar una lucha titánica con el insecto, cierro la tapa del famoso hueco, no se vaya a escapar mientras duermo la última horita, y me vuelvo a la cama. Cuando finalmente me despierto, me parece que me lo he imaginado todo, pero abro la tapa y ahí sigue el bicho, que sigue sin moverse. Me asaltan varias dudas respecto al proceso que ha llevado a esta situación:
1) Este insecto volador ha debido entrar por alguna de las ventanas, pero las dos tienen mosquiteras. Ergo, WTF?
2) ¿En qué momento le pareció buena idea meterse en el hueco de la pastilla? ¿Lo habrá hecho antes?
3) ¿Está vivo?

Así que cojo (o agarro, que aquí lo de coger es otra cosa) los guantes de limpiar, a ver si me atrevo a quitar el bicho con un papel. Pero no hay huevos. Qué asco.
Así que, plan B. Cerrar otra vez la tapa de la pastillita, colocar los platos limpios en su sitio, y poner a funcionar el lavavajillas, con bicho. A ver si se desintegra. Sé que es un enfoque poco ecológico, pero yo sólo quería desayunar tranquila. Al terminar el lavavajillas, compruebo si el bicho sigue en el compartimento y no. Uf. Se ha desintegrado, pienso, un problema menos. Error. Ahí está el bicho, al fondo del lavavajillas, asumimos que ya muerto. Y limpio. Como las posibilidades de que revolotee cuando intentemos cogerlo se han reducido bastante, volvemos a la estrategia del guante y esta vez sí conseguimos tirarlo a la basura. Qué asco. Qué asco. Qué asco.
Así ha comenzado el día festivo.

Luego, y esto no es exclusivo de día festivo, he pensado que a lo mejor era buen momento para hacer la colada. Este proceso requiere cierta claridad de mente que no siempre tengo los días laborables, así que he aprovechado. Incluye los siguientes pasos:
1) Baja tooooda tu ropa al laundry room de una sola vez. Incluye toallas, sábanas y todo lo que tengas por ahí, porque la lavadora es cara y es de tamaño industrial. Seamos prácticos. Además, recuerda bajar el detergente y la tarjeta de crédito. Jode mucho darse cuenta de que no tienes una de las dos cosas cuando ya has metido toda la ropa dentro. Y ya no está Leyre para ofrecerse a subir por ti.
2) Sube a casa. Sonríe al señor que comenta que es muy apropiado que lleves una camiseta que dice "I need holidays". Haz como si fuera un look casual intencionado.
3) Espera los 30 minutos que dura el programa. Puedes aprovechar y limpiar el baño, que ya va tocando.
4) Baja otra vez. No te olvides de la tarjeta. Ahora toca poner la secadora. Espera 45 minutos.
5) Sube en el ascensor sin espejo. Échale paciencia hasta llegar al 7º.
6) Baja otra vez a los 45 minutos. Has calculado mal y toca esperar en el laundry room hasta que termine la secadora. Calcula cuántos días podrías sobrevivir sólo a base de la comida de la máquina expendedora.
7) Ya puedes subir y hacer lo que te dé la gana. Pero recuerda que si dejas la ropa caliente y arrugá, no te va a quedar otra que plancharla próximamente. Valora tus prioridades.

Y ya está. Ya puedes descansar y disfrutar del maravilloso Labor Day. Y no hacer nada un par de horas, que ya toca.







miércoles, 31 de agosto de 2016

Boat

Vuelo.
Comidas.
Uber.
Coche.
Seguro.
Gasolina.
Piso.
Fianza.
Cama.
Mesa.
Sillas.
Utensilios de supervivencia.
Móvil.


Esta lista es parte de los gastos iniciales que tiene que asumir uno cuando se mete en un sarao de la magnitud de éste en el que me encuentro. Y la lista de ingresos, de momento, se ha limitado a mis nóminas de España que, afortunadamente, todavía estaban pendientes. De EEUU, nada de nada. Porque resulta que para poder cobrar legalmente de una empresa en este país necesitas un número de la Seguridad Social que, entre unas cosas y otras, no me ha llegado hasta este lunes.
Y siguiendo con el hilo de la entrada anterior, cada vez que sonaba en la radio la canción de Buy me a boat me sentía mas identificada.

I know everybody says
Money can't but happiness,
But it can buy me a boat,
It can buy me a truck to pull it...

Y pensaba en todo lo que podría comprar si empezara a cobrar de una puñetera vez... Lo del barco, en concreto, me da más igual, pero estaría bien un sofá, para no limitar mis opciones de descanso a cama y silla dura. Pero más que nada para empezar a devolver a mis amantísimos padres parte de lo que me han ido prestando. Angelicos.
Ya se lo he dicho. Me voy a tatuar sus caras, una en cada brazo. Y en el pecho, con letras grandes y horteras, "amor de padres". Cuando cobre, claro.




jueves, 18 de agosto de 2016

Cantar

Tengo que reconocer que conducir no me entusiasma. Conducir en general, digo. Conducir por un camino conocido y sencillo con cierta regularidad, sí. Porque me lo aprendo, dejo de estresarme, y canto. Me monto mi propio show. Esto me pasaba en Madrid, cuando iba al voluntariado en Carabanchel y mis amantísimos padres, supongo que aterrados, me prestaban el coche los domingos.Y me pasa ahora, en los 50 minutos de commute entre Evanston, donde vivo, y Waukegan, donde trabajo. Después de algunos días de pánico total en los que acumulé contracturas que aún conservo, ahora ya me sé el camino. Y le doy a tope a la radio. Y canto.
Por amoldarme al estilo local, escucho country. La emisora es US99. Y me encanta. Porque el country habla de coches, highways, gente enamorada, gente desenamorada y valores americanos. Entonces yo me acoplo al estilo de cada canción, según el momento, y canto con ellos "hallelujah" en modo coro gospel, la de "always be humble and kind" en plan cowboy serio y respetuoso, y la de "bet you think I'm all alone.... no" como un vaquero despechado. No puedo dar más datos de las canciones, no tengo ni puñetera idea de cómo se llaman. Pero me sé trozos de las letras, y el resto lo relleno con unos nanananaaaa muy convincentes. A veces me planteo qué pensarán los del coche de al lado, pero luego llega el estribillo y se me pasa.
Dentro de poco me voy a saber también los anuncios. Porque habéis de saber que los anuncios de las emisoras de country americanas se dividen en tres categorías: Dunkin Donuts (America runs on Dunkin), muebles (better versions of what people want) y concesionarios. Estoy en ello, creedme.
El otro día me puse a tararear bajito en un Uber y el conductor me dijo que por qué no hacía moonlighting como cantante. No sé si he comentado ya que los americanos son extremadamente amables. Total, que me he venido arriba. Y cada trayecto en mi Jeep del año pun me lo paso mejor. Y me doy una palmadita en la espalda y me digo: Olé tú. Que llevas ya un mes aquí y has sobrevivido. ¡Y que viva el country!

domingo, 14 de agosto de 2016

Huevos

Que no, que no vas a cenar huevos. Ni hoy, ni mañana, ni probablemente pasado mañana. Porque has ido con toda tu buena intención al súper de la esquina y has llenado tu nevera de comida saludable. Pero no tienes sartén. Ni aceite. Ni sal. Y son tantas las cosas que tienes que recordar estos días que tardarás cinco en poder cenar huevos. Por fin.
Y lo mismo que te ha pasado con los huevos te va a pasar con casi todo. Nada sale a la primera. Y casi nada a la segunda. Menos mal que el destino te ha rodeado de gente maravillosa. Gente a la que, en muchas ocasiones, acabas de conocer, pero en la penuria casi los sientes familia. Y, en mi caso, una amiga del alma que ha venido a hacerme de paño de lágrimas y de destornillador de Ikea durante estos primeros días de locura. Y casi la vuelvo loca a ella.

Supongo que luego escampará la tormenta, y cuando todo se asiente estos días parecerán menos duros, menos áridos, de como los he vivido. Aunque sé que en el fondo no es para tanto. Sé que hay muchísimas más cosas buenas que malas en todo esto, pero tan lejos de casa, a veces una no logra ser todo lo optimista que debería, falta perspectiva. Ahora, ya con más calma, puedo pararme y ser consciente de lo afortunada que soy. De lo bonito que es Chicago. De lo que mola que tenga playas, y pizzas gigantes, y Loop, y música, y tanta vida.

Empieza mañana una segunda semana de clases. Y eso me hace absolutamente feliz. ¡Qué maravilla! Resulta que a este lado del charco los niños también sonríen, se emocionan y te abrazan. Te quieren y eres la mejor profe del mundo, sin discusión. Al fin y al cabo, ¡qué suerte la mía! :)

viernes, 22 de julio de 2016

Plof

Llegar al nuevo país supone un chute de adrenalina que te hace poder con casi todo lo que se te ponga por delante: ¿Que tengo que ir a la Seguridad Social de Waukegan a sacarme número de la ídem? Voy. ¿Que tengo que coger cientos de Uber (esto merece entrada a parte) para ir a cualquier sitio? Los cojo. ¿Que tengo que aprender a conducir un coche automático? Lo hago. ¿Que tengo que volverme experta en el mercado inmobiliario de la zona? Pues eso. Y así con todo.
Hasta que un día, el cuerpo hace plof. Y te dice que está muy bien que estés tan emocionada con la aventura americana, pero que pares un poco el carro. Que no te columpies. Que la vida tiene que volver a un ritmo normal. Que el chute de adrenalina no da para tanto.
Entonces paras, claro, por narices. Y tomas algo de aire, y te das un minuto para respirar, para pensar. Y puede que te entre el vértigo y que la presencia del océano entre tu gente y tú se haga de repente más palpable. Pero no pasa nada. Porque el miedo, y el vértigo, son normales. Son humanos. Y tú también.
Me viene mucho a la mente estos días una imagen que alguien puso en Facebook hace poco, y aquí os la dejo para que la penséis. Que los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que son capaces de vencerlo.

Buenas noches-días, queridos.


lunes, 18 de julio de 2016

Lecciones

Lecciones aprendidas tras la primera emigración transoceánica:

1) La terminal 4s de Barajas está a tomar por culo. Calcular tiempo extra.
2) No importa cuantas veces enseñes tu pasaporte antes de entrar a un vuelo a USA. Siempre tendrás que enseñarlo una vez más.
3) Las películas que tiene Iberia para este tipo de viajes molan. Ave César y Zootrópolis pueden amenizar el viaje notablemente.
4) La posición más digna y cómoda para dormir durante el viaje es con media cara empotrada contra la almohada que te regalan, si te toca al lado de la ventanilla. Nota: quitar las gafas primero.
5) No importa cuántas veces hayas enseñado tu pasaporte, todavía tienes que enseñarlo otro par de veces más a tu llegada a USA. `[En este momento procedo a emitir aplauso silencioso a la gente que consigue colarse con documentación falsa. Tiene mérito.]
6) El oficial de la aduana puede parecer interesarse por tu vida. Cuéntasela. Te hará ilusión.
7) Las máquinas para pagar el párking del aeropuerto tienen cola infinita y no funcionan regularmente. Siéntete como en casa.
8) Tu llegada a un nuevo continente les importa un pito a todos. Intenta disimular tu euforia. Tú también puedes parecer normal.
9) No te recluyas en el hotel. Sal. Cómete un wrap demasiado grande para cualquier estómago medio. Bébete una cerveza con sabor a pomelo y agradece al camarero que te la haya recomendado. Le hará ilusión y te dirá que el miércoles es su cumpleaños.
10) Finge que te interesan los deportes. Mucho. Sobre todo el béisbol.Y que por eso estás cenando sola en un bar a las siete de la tarde mirando fijamente alguna de las veinte pantallas de la sala.
11) Aguanta despierta. Aguanta hasta que se haga de noche. Escribe una entrada en el blog. Y si sigue habiendo luz fuera, echa las block-outs, que para algo están.
12) Intenta dormir. A ver si reúnes fuerzas para lo que se te viene encima mañana.